Una
ley es un precepto emanado de la suprema autoridad, en que se manda o prohíbe algo,
conforme con la justicia.
Existen un sinnúmero de leyes que regulan
diferentes instituciones jurídicas (ley de contrato de trabajo, de concursos,
de sociedades, etc.)
Como las normas son creadas por los hombres,
muchas veces dan lugar a que una misma situación sea interpretada de diferentes
maneras.
Cuando redactamos una demanda (escrito
judicial para dirigirnos al juez), previamente tendremos que encuadrar los
hechos (A debe dinero a B) en una norma jurídica.
Luego, en la contestación de esa demanda,
uno de los caminos podrá ser la de negar ese mismo hecho (A no debe dinero a B).
Esto también hallará su fundamento en un cuerpo legal, que será diferente.
El legislador trata de prever todas las
posibles soluciones para dar respuesta a las situaciones-problemas acontecidas
en la vida diaria. Pero muchas veces se producen incertidumbres en cuanto al
verdadero significado del contenido de una ley.
Será el juez quien con su fallo decidirá
cual es el derecho aplicable conforme los hechos planteados. Y aquí realizará
un minucioso análisis de la prueba producida en el expediente para fundamentar
la sentencia.
Ahora vamos a pensar en la Ley de Dios. Muchas
veces la justicia de los hombres es limitada y adolece de imperfecciones. Así
como existen personas con criterios sanos que trabajan lo mejor posible, también hay otras
que actúan en forma contraria, es decir con maldad, pues están pensando
estrategias para dañar a su prójimo.
Si nosotros no conociéramos la verdadera Ley
de Dios, creo que nos sentiríamos
decepcionados y desamparados. Pero cuando sentimos que está cuidando de
nosotros, la sensación es de gran ALIVIO.
¿Cómo hacemos para poder emplear la justicia
de Dios en paralelo con la justicia de los hombres? Una forma posible es a
través de la oración. Podemos hablar con Dios, y en el nombre de Jesús,
plantearle nuestra necesidad, estando convencidos de que Él responderá a
nuestro pedido conforme su voluntad. Ah…y también podemos agradecerle dando por
hecho de que nuestro pedido ya ha sido cumplido.
“Pues
la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por
medio de Jesucristo” (Juan 1:17)
“Tu
justicia es justicia eterna, y tu ley la verdad” (Salmo 119:42)
¡¡¡Bendiciones!!!
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Gracias por el hermoso texto. Es verdad, si no tenemos a Cristo - como dijo San Pablo -, no habrá más remedio que juzgarnos por la ley, que es tan difícil.Pero como lo hemos aceptado y lo tenemos en nuestro corazón, Dios verá la sangre de su Hijo en Él... ¡sólo con el nombre de Jesús nos libramos del castigo de la ley! Pero para eso, Dios pide un corazón sincero, arrepentido, dispuesto a no pecar más. ¡Bendiciones, Larisa!
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